Desde el transporte público hasta la venta de entradas en los museos y la red de la escena independiente: las infraestructuras determinan nuestra vida cotidiana y no solo configuran cómo vivimos, sino también cómo producimos y percibimos el arte. Dado que parecen funcionar automáticamente, a menudo pasan desapercibidas, a pesar de que se dedica mucho trabajo a su mantenimiento. Cuando dejan de funcionar debido al desgaste o a una crisis, pasan a primer plano. ¿Qué revela esto sobre los aspectos supuestamente evidentes de una sociedad? ¿Y qué infraestructuras necesitan las instituciones (artísticas) para el mundo del mañana?